Me gusta la soledad. Me gusta ser independiente. Me gusta el silencio. Pienso mejor y estoy más relajada cuando tengo un espacio de tranquilidad.
La soledad es una necesidad para recargar baterías – pero no es un fin. Se dice que el ser humano es un animal social. Se dice que para criar un niño hace falta una tribu. Se dice que somos uno con todo. Que la soledad no existe.
Tener una tribu, una familia, una comunidad, unos buenos amigos para compartir momentos, a quien acudir en momentos difíciles, a quien ayudar en sus momentos difíciles, y con quien celebrar la vida, es un regalo. No solo hace la vida más amena y la rellena, también le da sentido y nos hace crecer.
No se nace siempre con una tribu. O la podemos perder. O simplemente a veces vive demasiado lejos. Siempre es posible construirse una nueva, o juntarse con una.
Cuando me mudé a un país nuevo, sin conocer a nadie, sola y con un bebe de 8 meses, me di cuenta de que por mucha valentía que tenía, por muy guerrera que fuera, el estar sola constituía un riesgo. Si no podía ocuparme de mi hijo, él estaría solo. En ese momento me busqué una tribu, dejé de vivir sola, me junté con otras mujeres, con sus hijos, busqué ayuda emocional y logística, para no solo poder sobrevivir, pero disfrutar y dar más felicidad a mi vida. Encontré no una, sino varias familias nuevas que me acogieron. Mi hijo en sus 10 años de vida, además de su familia biológica, tuvo 3 abuelas y 2 abuelos escogidos, varias tías y tíos, y varios padres y madres, y también amigos adultos. Eran sus “adultos”. Sabía que tenía adultos siempre a su alrededor que iban a cuidar de él si yo no estaba.
También es así para los proyectos. Tienen más sentido y más posibilidad de éxito cuando los llevan a cabo varias personas, y no solo una.
Eso vale para la meditación y el crecimiento personal también. Aunque cada persona tiene su camino, y sus necesidades propias, se puede caminar juntos. Hacer una práctica de meditación, de yoga, de artes marciales o de búsqueda de consciencia, es mucho más poderoso con una tribu. Y no solo es tener un guía, también es tener compañeros de viaje.
El grupo que encontré en Ryumon es una pequeña tribu, una tribu como un espíritu que te acompaña si lo quieres, y te deja en paz si no quieres. Una tribu que te deja recorrer tu propio camino y está para guiarte y para ayudarte a no abandonar.
Estoy aprendiendo a meditar sola, a hacer una práctica diaria, a buscar mi equilibrio, pero sin la tribu, no tendría el mismo poder.
Y tu ¿ya tienes tu tribu?
Autora: Annelie Schoenmaker
Desde cuando practicas la meditación: Desde el 2020